JOSE CARRA
Sheila Jordan: Cuaderno de viaje
2017
16 de septiembre de 2017
Sheila es un encanto, adora los helados y el color rosa, aunque su color favorito es el negro. Tiene una casa preciosa con jardín a dos horas de Nueva York y un coche. Hoy me llamó a la habitación del hotel por si quería dar un paseo y comer un helado. Hemos recorrido parte de Almería del brazo, mientras le preguntaba cosas de los años 50 en Nueva York y de su relación (estrictamente amistosa, recalcado por ella) con Charlie Parker. No puede cantar sin historias que contar, y dice que si no las transmite se perderán.
18 de septiembre de 2017
No sé cómo describir todo lo que hemos vivido este fin de semana. Definitivamente, Sheila Jordan nos ha tocado el corazón y nos ha cambiado para siempre. Hemos viajado en el tiempo de su mano y nos ha enseñado cómo lo que importa y por lo que vivimos los músicos, es por momentos como los de esta semana. Hasta pronto, amiga!
2018
5 de noviembre de 2018
Llevo toda la vida esperando este momento
El año pasado Bori y yo tuvimos la inmensa suerte de tocar junto a Sheila Jordan, vivir con ella una semana y escuchar todas las anécdotas de una de las últimas personas que quedan de las que vivieron la verdadera historia del jazz. Amiga íntima de Charlie Parker, de Max Roach. No tan amiga de Charles Mingus. Alumna de Lennie Tristano.
Esta semana viene a España y quiere celebrar su 90 cumpleaños grabando un disco con Bori y conmigo. Rodarán un minidocumental y viviremos con ella durante 4 maravillosos días. Seguramente cuando regresemos no volvamos a ser los mismos nunca más. Pero de eso trata la música.
8 de noviembre de 2018
Sheila: Día 1
11:30. Recojo a Sheila en el hotel. Parece bastante cansada, incluso un poco de mal humor. Le doy las chucherías que había comprado con Bori y enseguida le cambia la cara. “ohh! You remember that! You’re so sweet!” Nos damos muchos besitos. Quedamos con Bori y con Manuel Rubio (cámara) y nos dirigimos hacia la Fundación Valparaíso, en Mojácar. Al llegar nos recibe Beatrice, que nos enseña dónde dormiremos cada uno y nos explica los horarios para comer. Como todos hemos madrugado un poco, almorzamos pronto. Una de las mejores croquetas que he comido en mi vida.
Sheila siente pasión por los dulces y por la coca-cola. Rebuscamos en toda la casa hasta que encontramos una lata: “I’m at home now”.
Cada uno se va a su habitación a descansar un rato. Yo respondo algunos e-mails y a las 16:00 me voy con Bori al estudio a probar el sonido y el piano. José Miguel, el técnico de sonido, enseguida consigue un sonido natural y cálido que facilita todo mucho. Paco de Lucía decía “para mí la inspiración es llegar a un escenario y que todo suene bien”.
Bori y yo nos vamos al pueblo a comprar agua (en la casa parece no muy potable) y chocolate para Sheila (cuando le entregamos las chucherías nos echó en cara un poco que no hubiera chocolate).
Como se ha hecho un poco tarde, decidimos cenar y empezar la grabación al día siguiente. Mientras cenamos, Sheila comenta que tiene ganas de cantar y que tal vez, después de cenar, si no estamos cansados podríamos ir a probar cosas. No podemos disimular la alegría y mientras apuramos el café, salimos corriendo hacia el estudio.
El cuadro de luz ha saltado y empezamos a tocar a oscuras. Poco a poco nos vamos haciendo al sonido, al lugar y a la hora. Sheila entra mientras estamos tocando “Someday my prince will come” y enseguida se une a cantar.
Comienza el trabajo, Sheila tiene muy claro lo que quiere, y nosotros solo queremos que ella esté feliz. Ella misma asegura que el secreto para conservarse bien a sus 90 años es solo una cosa: la música. Comenzamos con un tema de Kenny Dorham. Nos cuenta que solía ir a muchos de sus conciertos a escucharla cantar y se preguntaba por qué. Años después descubrió que él, además de tocar y de componer temas como “Blue Bossa” también cantaba. “He was adorable”.
A las 23:00 confiesa que está un poco cansada y se retira hacia la casa. Nosotros nos quedamos con José Miguel escuchando un poco el ensayo y hablando con Pablo Mazuecos, fundador de Clasijazz, que acaba de llegar, insistiendo mucho en que tengo que venirme una semana a componer aquí. La verdad es que este sitio es un sueño hecho realidad.
Cuando llegamos, cerca de la 1, Sheila está despierta, en el salón, mirando Facebook. Está indignadísima porque quieren cambiar el nombre del Instituto Thelonious Monk por Instituto Herbie Hancock. Le damos más besitos.
Por fin, decide acostarse, no sin antes atrapar varias magdalenas, un plátano y un poco de queso. Quedamos en desayunar a las 10 y comenzar la grabación a las 12.
No creo que podamos dormir mucho de las ganas que tenemos de que lleguen las 12. Quiere que empecemos grabando un tema en swing ballad “like Parker used to play”.
9 de noviembre de 2018
Sheila: Día 2
Sheila quería desayunar huevos, lo llevaba diciendo desde anoche y se nos pasó. Por la mañana preguntó por los huevos. Como estamos en el campo, resulta que cerca hay unas gallinas que son de la dueña de la casa. Conseguimos los huevos. Sheila Jordan los toma hervidos a 4 minutos.
A las 11, Bori y yo nos adelantamos porque queríamos mirar un poco unos temas que nos había traído. A las 12 llega ella. Antes de grabar la primera canción ya ha cantado tres o cuatro temas. Temas que ni siquiera vamos a grabar. Porque sí, porque le gusta cantar.
Al dejar una puerta abierta, como estamos en mitad del campo, han entrado unas cuantas molestas moscas. Le conseguimos a Sheila un matamoscas y ya solo piensa en atraparlas.
Durante casi dos horas grabamos 5 temas. Temas preciosos, entre cada tema nos cuenta historias. Cómo Gil Evans solía ir a su casa, y en una ocasión fue para hacer una entrevista allí. Y le confesó, hablando sobre el arreglo del concierto de Aranjuez que tanta repercusión tuvo, que lo odiaba profundamente.
Paramos para comer. Patatas a lo pobre, pollo al curry, merluza de la noche anterior y judías con queso y mostaza antigua. Prueba las torrijas. Le gustan pero sigue prefiriendo el chocolate. “Sheila, do you like dark chocolate?” “Whattttt????”. A ella le gusta el kit kat, el twix y el huesito.
Sheila se retira a dormir su siesta, no sin antes enseñarnos un correo que le ha enviado su hija Tracy en el que dice que la echa mucho de menos. Bori y yo teníamos planeado subir un monte, pero se nos hecha el tiempo encima y solo nos da tiempo a ir a la gasolinera a comprar Kit Kat.
A las 17:00 continuamos con la grabación. Grabamos un tema en el que hace un canto tradicional de la Seneca Nation, una tribu india. Nos habla de su abuela, que era Queen Arequipa. Nos deja totalmente emocionados. Que nos deje formar parte de su historia, y de la historia de la música contada a través de su voz es una de las cosas más bestias que hemos vivido Bori y yo.
Terminamos la grabación, acerco a Sheila a la casa y me vuelvo al estudio a escuchar la sesión con Bori. Nos llaman, que Sheila está esperándonos para cenar así que volvemos a la casa. Sigue indignadísima por el cambio de nombre al Instituto Thelonious Monk por el de Herbie Hancock. Ni siquiera un brownie la tranquiliza.
Mañana hemos quedado a las 12 para rematar la grabación. Le he preguntado a Sheila que qué opinaba de grabar y me ha dicho: “I hate that shit”. Acto seguido ha sacado el matamoscas y ha matado a dos de un golpe.
10 de noviembre de 2018
Sheila: Días 3 y 4
En Andalucía hay muchos ríos secos, la mayoría. En Almería, que es un desierto, más todavía. Es curioso que los andaluces estemos tan acostumbrados a llamar ríos a lechos por los que hace años que no corre el agua. Sin embargo, siguen siendo ríos porque un día llevaron el agua de la montaña al mar y en sus surcos está su historia.
Ayer fue el día en el que grabamos los últimos dos temas. Sheila es la reina de las baladas, de cantar por detrás del pulso. Para nosotros ha sido un verdadero reto tocar a dúo, sin batería en esos tempos tan lentos. Pero hemos aprendido tanto de esta grabación. Cuando Sheila me contó que había aprendido a cantar así de cantar con Shirley Horn, casi me desmayo. Ahora entiendo muchas cosas. Canta de una manera tan dolorosa y profunda que es muy difícil contener la emoción cuando la estás acompañando.
Hoy ha llegado a la casa Cameron Brown, un contrabajista que toca mucho con Sheila desde que se conocieron en los años 70. Y se ha acercado a escuchar un poco en el estudio. Nos ha estado comentando muchas cosas sobre el repertorio, puesto que llevan más de 40 años tocando juntos.
Grabando un blues en el que cuenta su vida desde que nació (el mismo día, el mismo mes, el mismo año que Mickey Mouse) hasta el día de hoy, no habíamos hablado de quién hacía solo, y aunque Bori no quería hacer solo, yo al acabar el mío lo miré, Sheila lo miró y tuvo que hacer un solo. Al acabar comentó que no estaba muy contento porque en un principio no se lo esperaba y tardó en entrar en el juego. La respuesta de Sheila fue: “pero ha pasado algo que no esperábamos ninguno y eso es bueno, eso es jazz.”
Dejamos a Sheila en la casa porque nosotros tenemos esa noche concierto con el trío en la Cueva del Tesoro, en el Rincón de la Victoria. Por la noche, tras el concierto, volvemos a Almería capital por lo que no vemos a Sheila.
Esta mañana me he levantado para recibir a Sheila y a Cameron que venían desde Mojácar. Se ha puesto muy contenta y ha dicho: “miss you so much, Jose!”. Nos llama «My spiritual grandsons». Le he subido las maletas a su habitación y estaba un poco triste porque su habitación no tenía balcón. Esta noche tocaré varios temas con Cameron Brown y con ella en Clasijazz.
Ahora estoy en el hotel escuchando la sesión de grabación y no puedo evitar sentir un poco de nostalgia porque esto se acaba. Y pienso en el desierto. Pienso en los ríos secos y en que, aunque acaben estos días y Sheila se vaya, su recuerdo, todo lo que hemos aprendido y sentido con ella estos días, permanecerá para siempre en el lecho de nuestros corazones.
23 de noviembre de 2018
Una historia real
El año pasado hicimos una minigira con Sheila Jordan, que además impartía un seminario de jazz vocal en Clasijazz, Almería. La noche antes del concierto respondí a un comentario de Silvia Perez Cruz en el que me preguntaba que cuándo era el concierto. Yo le pregunté si se refería al concierto de Toledo, y me respondió, no era en Almería? Y yo, con mi despiste habitual. Ah sí!!! ese es mañana. “Ah, es que he visto un vuelo que sale en 4 horas..” dijo Silvia.
Al mediodía llegaba Silvia, que había conocido a Sheila años atrás, cuando ella aún tocaba el saxo alto. Cuenta Silvia que se coló a mirar por una ventanilla la clase de Sheila con los cantantes y que una de las alumnas le dijo a Sheila que no quería cantar una canción porque era muy fea, a lo que ella le respondió: “no existen las canciones feas, tú las haces feas”.
A la noche, tras el concierto de Sheila con Bori Albero y conmigo, por petición de bis del público salimos a hacer un tema más en el que se une Silvia. El tema se llama “I get along without you, very well” y lo hacemos en un tono que a Sheila le va bien, pero que a Silvia le queda muy bajo. A pesar de eso, como Silvia es como es, se adapta a la situación y nos deja a todos con la boca abierta.
Cuando termina de cantar la canción y empieza mi solo, Sheila y Silvia se abrazan, y se dicen cosas que solo ellas sabrán. Silvia sale llorando prácticamente de ese encuentro y Sheila agarra el micrófono y se pone a cantar la primera parte de la canción, pero le cambia la letra en el momento. Ella es así. Sheila canta de verdad, canta con el corazón abierto, canta como si te contara la historia del jazz, su historia. Mirando fijamente a Silvia le canta: “Dry your beautiful tears, don’t have anymore fears, I’ll never forget you. So dear, you’re in my heart”. Silvia y todos, entre lágrimas, terminamos la canción como podemos.
La magia es la verdad más grande que existe. Allí no había truco, todo era real. Estaban pasando cosas, estábamos llegando al fondo de los sentimientos más grandes. Y no era por las palabras solo. Yo me quedé trastocado como dos semanas, intentando asimilar todo lo vivido esos días con Sheila y con Bori. La noche con Silvia. El viaje en coche a Toledo con Sheila contándome historias. Las despedidas. Estoy deseando que llegue el año que viene para volver a encontrarnos.
2019
12 de abril de 2019
Nueva gira con Sheila
Cuando Sheila me preguntaba por Málaga le contaba que Málaga es azul de día y amarilla de noche. Que supongo que es tan especial como el resto de ciudades del mundo, pero que a mí me gusta porque nací aquí. También le decía que la mejor manera de saberlo era venir y que algún día conseguiría traerla.
Ese día ha llegado y, lo siento como si fuera un regalo que los dioses hacen a los malagueños! 90 años de sabiduría en un escenario.
29 de abril de 2019
Millenials
Ya estamos en Madrid. Recogí a Sheila en Sevilla a las 12. Nos fuimos a la estación de tren y nos pedimos dos coca-colas. Al preguntarle si la quería light o sin cafeína me ha mirado como si acabara de escupirle el peor insulto de la vida. Esperamos dos horas a que saliera el tren poniéndonos al día. El WIFI de la estación no funcionaba bien y se decepcionó un poco porque quería consultar su Facebook y su mail.
Le he preguntado por Monk. Me ha contado que solía ir a veces a su loft de Manhattan donde organizaba jam sessions pero que no hablaba mucho. Decía “hola”, se sentaba y miraba al cielo.
Por fin, sale el tren. Despacito, hemos empujado nuestras maletas hasta el andén. A los 90 años cualquier caminata, por pequeña que sea, es agotadora. Cuántos pasos habrá dado Sheila en su vida? Hemos hecho un cálculo aproximado de unos 150 millones de pasos, unos 90000 kilómetros.
Hemos cogido un taxi para ir al hotel. El taxista, un hombre un poco seco, conductor temerario y poco amante de su trabajo, resopló nada más ver las maletas. Por el camino, Sheila me contaba que recientemente en Nueva York llamó a la compañía de Taxi para que no le volvieran a enviar a su último conductor porque había sido muy maleducado. En un momento, Sheila ha estornudado 3 veces seguidas y el taxista le ha dicho “Jesús”. Sheila ha abierto los ojos hasta el infinito, le ha dado las gracias, le ha acariciado el hombro y le ha dicho que era muy amable y una gran persona. Todo esto mientras me guiñaba el ojo.
Al llegar el hotel, ha vuelto a preguntar por la Wifi, y por si había bañera. Hemos hecho el check-in, la he acompañado hasta su habitación y me ha pedido que le configurara la Wifi. Resulta que su prisa era para avisar a su hija de que ya había llegado. Cada vez que llega a una ciudad le tiene que escribir un e-mail para que se quede tranquila.
A las 20:00 hemos quedado para cenar y ver el repertorio de estos días. Bori llega a las 6:00 de la mañana de Uruguay. Me muero por empezar estos conciertos!!
1 de mayo de 2019
Madrid
Anoche Sheila hizo el mundo un poco más bonito. La gente sale de sus conciertos totalmente enamorada. Y ella se deja querer y es atenta con cada una de las personas que quiere saludarla.
Pero eso fue al final del día. Por la mañana, a las 10, quedé para desayunar con ella a solas porque Bori llegó a las 5:00 de Uruguay y estaba durmiendo. Se sirvió un montón de fruta, cereales con yogurt, un capuccino descafeinado (se sorprende mucho de que en todos los lugares haya café descafeinado) y un zumo de naranja. Me contó que últimamente no duerme muy bien, se despierta y ya no coge el sueño bien así que, cuando acabó el desayuno, se subió a la habitación a descansar.
La noche anterior me enteré de milagro que Shai Maestro daba una master class en Madrid y gracias al pianista Jorge Castañeda pude asistir! Shai, además de un gran pianista, supo transmitir perfectamente su manera de ver la música y de trabajar. Me quedé con varias cosas:
1) sentirse cómodo con el silencio
2) intentar conseguir siempre que tus compañeros músicos suenen mejor contigo.
A las 18:00 fuimos a ensayar y a probar el sonido. Sheila se trae su propio micro y hasta un cable por si acaso, además de 3 copias de cada uno de sus temas. Bori y yo le buscamos un consomé y una cuchara para el camerino y se lo tomó mientras le hacían una entrevista para El País.
Sheila en cada concierto te cuenta su vida y cuenta la historia del jazz, de su pandilla: Charlie Parker, Charles Mingus, Sonny Rollins, Max Roach, Shirley Horn. Hablaba con mi amigo Luis Regidor que la forma en la que canta Sheila ya casi no existe. Tiene una alta dosis de verdad y de dolor. Ella misma me ha contado que ya quedan muy pocos de aquella época y que por eso canta, porque no quiere que se pierdan esas historias, es su manera de mantener viva la llama del jazz.
Al concierto asistió el maestro Juan Antonio Salazar. Es nieto del Porrina de Badajoz y ha compuesto música para Camarón. Estuvimos hablando de Beethoven, de Bartok, de Camarón, de Paco y de armonía.
Esta noche segundo concierto en Madrid!
2 de mayo de 2019
Madrid-Almería
Anoche fue el segundo concierto en el Bogui Jazz de Madrid. He de reconocer que al principio, tanto Bori como yo estábamos un poco fríos. Lo comentamos en el descanso entre pases. Ya estoy acostumbrado a que no siempre se encuentra uno todo lo cómodo que debería estar. Uno piensa, por qué será? estaremos cansados? falta de concentración? En cualquier caso, Sheila es de ese tipo de cantantes que, como decía ayer en mi otro post, te hace tocar mejor. Y después de dos temas en los que uno empieza a pensar ¿qué coño está pasando? y puede perderse en ese mundo de negatividad tan de músico, solo con observar a Sheila, feliz, disfrutando, guiñándonos el ojo, chinchándonos continuamente, incluso en el escenario, todo empezó a despegar como siempre. Tiene una mirada tan sincera que a veces me da tanta vergüenza que tengo que agachar la mirada como un niño pequeño, o como un enamorado.
Sheila es la reina de las baladas. Nunca he acompañado a nadie así. Tiene una capacidad para estirar las frases, distorsionar las melodías, empezar donde no debería y conmover con cada sílaba que estremece profundamente. A veces paso miedo de sentir cosas como músico que nunca antes he sentido.
Ayer nos estuvo enseñando un montón de fotos. Siempre viaja con ellas. Fotos de su hija Tracy, fotos de su casa en New York, de su porche y su jardín. Lleva consigo incluso una foto de su piano. Tenía fotos con Michael Jordan, del que especificó que no tenía ninguna relación familiar (jajaja), además de fotos con Sonny Rollins o Joe Henderson!
Y aquí está ahora mismo, en el aeropuerto de Madrid, justo a mi lado, ordenando sus partituras, preparando el set list de esta noche. Es, además de una artista, una super profesional. Cada cosa que hace es una lección de vida y de música. Como ella misma dice, somos sus nietos espirituales.
3 de mayo de 2019
Almería-Málaga
Rumbo a Málaga. Nos espera un día intenso con Master Class, charla y concierto. Como podéis observar en el video, Sheila está en forma. Cada canción, cada solo es una lección magistral de armonía, de swing, de lenguaje. Ayer hubo momentos en los que Bori y yo nos mirábamos diciendo, madre mía, la abuela está on fire! Y ella nos miraba con sorna porque sabía que estábamos alucinando con ella.
Estamos cansados, pero a la vez, nos da pena que sea el último concierto de esta mini gira. Por eso estoy intentando exprimir todo lo que puedo de estas últimas horas. Cualquier desayuno, paseo esconde un montón de anécdotas o de perlas de sabiduría. Lo bueno es que ya estamos pensando en cuándo será la próxima!
Anoche se acercó una joven cantante de 17 años a saludarla y hacerse una foto con ella. Para los cantantes siempre tiene tiempo, energía y amor que compartir. Al minuto ya le estaba dando su correo y su teléfono personal, invitándola a que la visitara en Nueva York en un par de años (cuando mejorase su inglés).
Ocurre una cosa con las Master Class. Muchas veces los alumnos salen decepcionados porque quizás buscaban un acorde concreto, una escala mágica que le ayude a sonar mejor. Entonces, llega el maestro y les dice que escuchen a los grandes, que los copien, que mejoren la pronunciación en el caso de cantantes, que se aprendan las melodías exactas. Y el alumno dice, vale, pero voy a seguir estudiando mis cosas porque lo otro me parece demasiado fácil o demasiado inútil. ERROR. Sheila se mudó con 19 años a Nueva York, solo por conocer a Charlie Parker.
Vivimos una época en la que se prima mucho la juventud, lo efímero, lo nuevo, y hemos olvidado el respeto a los que ya llevan aquí tiempo y han vivido lo que nosotros estamos viviendo. Si hay algo que a mí me ha ayudado a progresar en la música es confiar ciegamente en lo que los maestros y la gente mayor me decía. A veces, como cuando eres joven, no puedes ver las cosas, y conforme vas creciendo te das cuenta que tus padres tenían razón, que tus profesores tenían razón. Transformemos esa admiración ciega que tenemos por las estrellas musicales en fe y hagamos caso de todo lo que nos dicen. La música actual viene de una música más antigua, y esa a la vez de otra música más antigua aún. Como decía el poeta japonés Matsuo Bashô: “no sigas la huellas de los antiguos, busca lo que ellos buscaron”. ¿Qué buscaba Charlie Parker? Hoy se lo voy a preguntar.
4 de mayo de 2019
Málaga
Esta mañana madrugué para recoger a Sheila y acompañarla hasta el aeropuerto. Le esperan un primer vuelo a Lisboa y otro después a New York, donde vive. Todo esto después de ayer impartir una Master Class en el CAMM (Centro de Artes y Música Moderna), una charla en el Rectorado de la Universidad de Málaga y el concierto de Málaga, y viniendo de viaje desde Almería, tras varios conciertos más por España.
A todo el mundo que le pregunta cómo lo hace, responde: por la música. Recuerdo hace dos años en el Festival de Jazz de Toledo, acabamos el concierto después de un día bastante cansado y con algún que otro problema. Aún en el escenario, arropados por los aplausos, nos cogió del cuello y nos dijo, después de esta mierda de día, de los hoteles y de todos los problemas, cantar hoy para esta gente es lo que hace que nos dediquemos a esto y que merezca la pena.
Ayer dijo en la charla que Charlie Parker le dejó una misión: «mantener el jazz vivo y difundir el mensaje», y vaya si lo hace. Durante el viaje de Almería a Málaga, en coche, nos iba cantando canciones. A veces da la sensación de que le es más fácil comunicarse con melodías que hablando. El otro día cenando con ella en Madrid, le pidió pan al camarero cantando. De verdad creo que no se dio cuenta de que estaba cantándole.
Durante estos cuatro conciertos ha enamorado a todo el mundo, recepcionistas de hoteles, público, camareros de restaurantes, personal del aeropuerto, alumnos. Irradia un tipo de felicidad y de paz que solo puede tener una buena persona, alguien que pone la alegría y la bondad siempre por delante.
Así es Sheila, «little song» como la llamaba su abuelo. Canta desde los 4 años para olvidar la tristeza de una familia desestructurada, alcoholizada, violenta y pobre. Canta jazz desde los 14 años porque escuchó a Charlie Parker tocando «Now’s the time» en una Jukebox de una hamburguesería.
En mitad del concierto nos dijo que tocáramos algo nosotros. Decidimos tocar para ella una canción titulada «I’ll be seeing you». La letra dice al final:
«Te estaré viendo,
en los días hermosos de verano,
en todo lo que es ligero y alegre,
Siempre pensaré en ti de esa forma.
Te encontraré en el sol de la mañana,
y cuando la noche sea nueva,
Estaré mirando a la luna,
pero te estaré viendo.»
Después del concierto me dijo, sé que tocaste esa canción para mí. Lloré.
1 de junio de 2019
Lecciones de Sheila Jordan: “Yo solo quiero mantener viva esta música, porque siento que eso es lo que Charlie Parker quiso que hiciera. Podría grabar si quisiera, pero no quiero. Debería grabar más, pero no se trata de eso. No se trata de ser una diva o una estrella. Eso a mí no me importa. Se trata de mantener la música viva.”
2022
8 de noviembre de 2022
Málaga, día cero
Llegando al aeropuerto de Málaga pensaba en cuando, en un seminario hace muchos años, recomendaba la versión de «Dat Dere» de Sheila Jordan a una cantante. La vida, como una puerta giratoria, me llevaba a recogerla en mi ciudad, como compañera de música y como amiga.
Tras una interminable hora de espera desde el aterrizaje de su avión proveniente de Nueva York, con escala en Viena, apareció a lo lejos de mi vista, inconfundible. Desde donde yo estaba, rodeado de personas con carteles que iban desde alquileres de coches hasta torneos de paddle, la noté un poco preocupad. Intentaba hacerle gestos desde lejos pero no conseguía que me viera. Cuando por fin me vio, se le iluminó la cara al reconocer una persona familiar al fin. «No sabía quién venía a recogerme y estaba un poco asustada por si no aparecía nadie!». Se alegraba de verme y, en un momento, su memoria, como si fuera un frágil puzzle empezaba a completarse recordando a Bori, recordando la última vez que nos vimos por videoconferencia y recordando las mejores aceitunas de su vida, que las había comido en Málaga. Desde ese momento, ya fue como si no hubiera pasado el tiempo y estuviésemos en la primera gira que hicimos hace más de cinco años.
Tras descansar por la tarde en el hotel quedamos para cenar y estuvimos poniéndonos al día. Me contó que cantó una vez con Bill Evans, pero no en un concierto, sino en su casa y que para ella nadie ha tocado baladas como él. También los motivos de su relación no tan buena con Ron Carter que me guardaré. Tras cenar, fui con ella a su habitación para ayudarle a ver la CNN y a configurarle la wifi del hotel. Es increíble lo difícil que se hacen este tipo de cosas para las personas mayores.
La dejo mirando Facebook y me marcho deseando que la semana se haga muy larga.
9 de noviembre de 2022
Málaga, día uno
9 de noviembre, cielos ligeramente nublados con una temperatura de unos 20 grados. Quedamos por la mañana para una entrevista con un periódico local en el hotel y nos recibe en su habitación. He conocido a pocas personas tan amables, divertidas y cariñosas como Sheila. Siempre trata con respeto y con amor a todo el que se cruza por su camino. De la fantástica entrevista que le hizo Regina Sotorrio para el Diario Sur me quedé con su respuesta a cómo quiere ser recordada: «Como una buena persona, una cantante original y una mensajera del jazz.»
Del concierto poco puedo hablar que no vivieran las casi setecientas personas que abarrotaron el Teatro Cervantes de Málaga. Su manera de cantar está moldeada por la historia y no hay forma de estudiar para aprender eso que no se está viviendo. La música, sin duda, se nutre de lo que nos rodea y las notas son simplemente el reflejo de todo eso. Me contó que cuando John Lewis la llamó para dar clases en el City College, ella le dijo que no tenía ningún título en jazz a lo que él le respondió que lo sabía, pero que tenía un título en vivir. En el Teatro Cervantes recibió el premio Cifu y se preguntaba cómo podía ser que en Málaga le dieran un premio a ella.
Lo que más ilusión me hace sin duda de tocar con ella es poder traerla a mi casa. Que los malagueños puedan disfrutar de lla, ser partícipes de este sueño que, aunque yo lo viva en primera persona, no puedo guardarme y es también de ellos. Que Málaga y mis amigos hayan tenido la suerte de tenerla cerca, aprender de ella y llevarse un trocito de su corazón.
Hoy partimos hacia Lugo, cansados, nosotros más que ella, pero felices.
10 de noviembre de 2022
Lugo, día dos
Después de la mágica noche en Málaga nos vemos con Sheila en la recepción del hotel y comienza nuestro viaje hacia el norte. Taxi al aeropuerto de Málaga, avión a A Coruña, coche a Lugo…
Una vez allí no tenemos mucho tiempo para nada, así que quedamos en la recepción del hotel para ir juntos a hacer la prueba de sonido. Al bajar la encuentro con todos los papeles esparcidos por las mesas del bar del hotel, pensando en el orden. Sheila, ante todo, es una profesional que viaja con sus partituras perfectamente escritas, con dos o tres copias de cada canción, con su micrófono e incluso su cable. Tras el ratito que tarda en ordenarlo todo, pedimos un taxi para el club y, al montarse en él, lanza un suspiro de queja y dice: «life is a bitch, then you die». Inmediatamente se ríe para que no pensemos que está enfadada.
Ensayamos un poco lo que íbamos a tocar y cenamos en el camerino en unos 10 minutos corriendo porque la gente está por llegar. La notamos un poco cansada y nos preocupamos, tampoco tiene mucha hambre. Es el momento de salir y recuerda que no se ha pintado los labios. Le ayudamos a buscarlo, se pinta, se calza sus zapatos negros de tocar y salimos al escenario. Recibe una ovación que la conmueve, parece que se sorprende de que el público le muestre tanto cariño.
Anoche, lo que vivimos Bori y yo en el escenario fue una muestra de fuerza vital y de amor a la música. No sabemos cómo, pero Sheila se hizo casi dos horas y media de concierto cuando parecía que no podía más. Siempre lo dice, pero anoche se confirmó eso de que la música la mantiene viva.
Ni once horas hemos estado en Lugo, pero ha conseguido dejar un recuerdo entre los que asistieron al concierto que dudo puedan olvidar.
11 de noviembre de 2022
Barcelona, día tres
Aún no tengo palabras para lo que vivimos ayer. A las 6:00 desperté a Sheila en Lugo que no había dormido nada y nos fuimos en taxi hasta Coruña para coger el avión que nos llevaría a Barcelona. Los tres estábamos realmente cansados, creo que Bori y yo más que ella. Al aterrizar, nos recogía en la puerta de embarque el cochecito de asistencia que usamos para desplazarnos por los aeropuertos con Sheila. En un momento se puso a cantar el concierto de Aranjuez, que adora gracias a la versión que Gil Evans arregló para el «Sketches of Spain» de Miles Favis. La gente no daba crédito de vernos a los tres gritando la melodía por el aeropuerto. Creo que el propio conductor pensaba que su día iba a ser muy largo. Nos cruzamos con dos chicas que se están besando de una manera muy tierna y bonita y ella me mira me dice: «That’s nice. Peole should be able to love whoever thy want but many people don’t understand that».
Llegamos al hotel, le subo una crema de calabaza, un sandwich de jamón y queso y una coca-cola y la dejo descansar. Cuando la recogemos, sigue un poco cansada pero está bastante animada y durante todo el trayecto del taxi vamos hablando de su vida actual en Nueva York. Se despierta a las 6 de la mañana para contestar a todas y cada una de las cartas que recibe y a todos los correos electrónicos. Le da su mail a todo el mundo y contesta siempre. También me cuenta que en la portada del disco de Tony Williams «Million dollars legs», las piernas que se ven a la izquierda son las de su hija Tracy.
Llegamos al Jamboree donde Carlos, del podcast «Club de Jazz», le realiza una preciosa entrevista que estoy deseando ver. Cuando comienza el concierto se sube al escenario con su foto con Barry Harris que lleva a todos los conciertos desde que murió para esté con ella. Eran amigos desde la adolescencia y estudiaron juntos el instituto. Hicimos dos pases en los que estuvimos muy conectados los tres, felices como siempre y disfrutando de cada segundo y de ada nota. En un momento se puso a a gradecer que Bori y yo la trajéramos a España porque es muy feliz tocando aquí y tocando con nosotros. Bori y yo nos mirábamos riendo intentando aguantar las ganas de llorar. Realmente pensaba que me iba a a romper e iba a hacer el ridículo llorando y gritando como un bebé. El público salió realmente conmocionado de ver la fuerza de esta mujer y tremendamente agradecidos de que la hayamos traído. La verdad es que ha sido un esfuerzo de meses muy bestia pero del cual me alegro cada momento.
Nos vamos a cenar tras el concierto y descubre los champiñones gratinados. Hay que pedirle otro plato porque no se puede creer lo buenos que están. Durante toda la cena, canta canciones mirándome a los ojos, unos ojos que todavía tienen solo 30 años. Nos cuenta que cuando se incendió su casa, lo que más pena le da haber perdido es una servilleta. Hace muchos años, hablando con Bill Evans, le comentó que le encantaban los acordes que tocaba en «Ask me now» y que si tenía alguna partitura. Bill le escribió los cambios de los acordes en una servilleta que guardó hasta que se perdió con el fuego y aún está triste.
Fue muy emocionante que muchos amigos de Barcelona pudieran disfrutar de ella como lo hacemos nosotros cada día. Antes de dormir me preguntó cuántos conciertos quedaban y se puso un poco triste de saber que solo nos faltan dos para terminar la gira. «Anyway..», me da unos cuantos besitos, tarare una última canción y se encierra a dormir.
12 de noviembre de 2022
Girona, día cuatro
Por fin podemos dormir un poco más de lo normal. Llegamos al precioso hotel donde nos quedamos en Girona y tenemos incluso un ratito para descansar después de comer. Yo aprovecho para prepararle una sorpresa a Sheila con Bori. Hoy nos toca el Sunset Jazz Club, un club precioso, no muy grande pero que late como un corazón gigante.
Bori y yo nos damos un paseo desde el hotel al club y media hora más tarde, Laura, nuestra querida manager que ha estado pintando las uñas a Sheila porque le encantaba el color que llevaba, la trae para realizar una entrevista antes de cenar. El cariño con el que Alix y Anna nos tratan nos hace olvidar que no estamos en el saloncito de nuestra casa. Mientras Sheila disfruta de la cena no para de cantar canciones, cualquier tema le sugiere una canción. Nos dice que si la vamos a olvidar y le decimos que es imposible e inmediatamente nos canta la legra de «If I forget you», suspira y dice: «Everything is a song..»
Nos cuenta que se ha comprado un coche nuevo, un Subaru, antes tenía un Mitsubishi. Dice que está bien y que se llama «Ebony» porque es negro. Se sorprende mucho de que Bori y yo no le pongamos nombre a los coches. Le pregunto por el nombre de su anterior coche y me dice: «Ebony», porque también era negro. Nos cuenta sobre su casa del campo. Está muy enfadada porque un oso le arrancó la bolsa con compost que le había costado 200 dólares. Bori y yo le decimos que queremos ir a tomar el té con ella un día y le encanta la idea.
Siempre tocamos una canción a mitad del concierto Bori y yo sin ella, que se queda en el escenario y escucha atentamente. Para ayer rescatamos una grabación de George Russell de 1975 en la que canta «You are my sunshine» a cappella. Y como sorpresa lanzamos el audio y tocamos encima con la Sheila de hace casi 50 años. Para sorpresa nuestra cuando acabó su parte cantada y yo hice una pequeña introducción al tema, el público entero cantó «You are my sunshine» y no pudo contener alguna lagrimita.
Nos despedimos hasta el día siguiente con la pena de que solo nos queda un concierto más.
13 de noviembre de 2022
Valencia, día cinco
Desayunamos pronto, nerviosos y tristes porque es el último día de la gira. De repente, recuerda que tiene que devolverle una llamada a Sonny Rollins, que el pobre siempre es el que la llama y nos cuenta que ya no toca por una afección pulmonar y que cree que es porque inhaló humo el 11S. Sheila lo vio por la tele el día de los atentados andando entre todo el polvo y se preguntaba: «¿¿¿Qué demonios haces ahí, Sonny???». Vive cerca del lugar donde estaban las torres gemelas.
Viajamos en el tren que nos lleva hasta Valencia. Disfruta del paisaje y se duerme un rato. En un momento me pregunta que qué hace la gente con los teléfonos escribiendo todo el día y le explico que nos comunicamos por el Whatsapp. Cuando llegamos al hotel, Bori le ayuda a configurar la wifi en su habitación mientras yo termino de gestionar los horarios de prueba de sonido, etc. Como no quiere comer, Bori y yo nos vamos a tomar un arroz del senyoret y a descansar un rato. A las 19:00 llegamos a la prueba de sonido y chequeamos que todo esté listo para que Sheila esté a gusto. Cuando llega con Laura y se baja del taxi, recibe una ovación de las decenas de personas que ya hacen cola en la puerta del Jimmy Glass, recibe una rosa y ya entra muy contenta. Le pedimos comida mientras ella arregla las partituras. Es muy concienzuda preparando siempre el orden de los temas que quiere cantar en cada concierto.
Como siempre, el concierto es una pasada. El escenario es su estado natural, está más guapa que nunca y se pasa más de la mitad del concierto mirándonos mientras canta. Nos cambia las melodías, nos pone a prueba, su manera de relacionarse con la música es a través de la improvisación y por eso acepta con agrado cuando Bori y yo le damos un poco de caña. La música se nutre de impulsos momentáneos.
Al acabar estamos verdaderamente tristes. Se queda casi una hora tras el concierto hablando con todo aquel que se le acerca, firma entradas discos, se hace fotos, le da su teléfono personal y su correo a todo el mundo. Así es ella. Es la persona más generosa que he conocido y sabe que es importante dar cariño, que si das amor, tratas con respeto, te preocupas de saludar a todo el mundo, la gente es más feliz y la gente feliz hace bien al mundo.
Sheila ha transformado su triste infancia y sus duras experiencias en algo hermoso. Ha sido capaz de perdonar y de perdonarse. Todo gracias a la música.
14 de noviembre de 2022
Silencio, día seis
Hoy, (18 de noviembre de 20220), Sheila Jordan cumple 94 años. En un correo me ha dicho que ha llegado perfectamente a casa, pero que no va a tener mucho tiempo de descansar porque tiene varios conciertos con motivo de su cumpleaños. También me manda muchos besos y amor para mí y para España. Está enamorada de sus montañas y continuamente me pregunta por el nombre de algunas.
El último día de la gira despertamos en Valencia, la recogí en su habitación para ayudarla con las maletas y por el camino en taxi al aeropuerto íbamos cantando «Spain». Me contó que una vez cantó con Chick Corea, pero que la echó del grupo porque la lío un poco. Cuando llegamos al aeropuerto localizo la zona de asistencia para comprobar que la reserva está correcta y un muchacho la acompaña hasta la zona de check-in a dejar su maleta. Lleva sobre peso en la maleta de mano. Al abrirla, aún lleva las rosas que le regalaron en un concierto, su foto con Barry Harris, el premio que le dieron en Málaga, el recorte del periódico de Málaga con su entrevista y todas las partituras, cosas de las que no quiere separarse. Reajustamos todo un poco y ya la dejan facturar.
La acompaño hasta el control, ya que ahí no me dejan pasar. Nos damos muchos besitos, deseamos vernos muy pronto, le acaricio la cara, le digo que descanse y que no intente beber tanta coca-cola. Se aleja entre la multitud y me vuelvo para Valencia a coger el tren que me lleva de vuelta a Málaga. Desde ese momento, que serían alrededor de las once de la mañana, hasta la noche, estoy en silencio. Hace muchos años, cuando estudiaba, hice un trabajo en el que comparaba dos tipos de silencios. El primero es el previo a la interpretación musical, un silencio cargado de tensión pero vacío de contenido. El segundo, en el que me encontré en el camino de regreso a casa, no hay tensión, pero está lleno de emociones, de sonidos, algunos tan fuertes que cuesta saber si solo los escuchas tú. Mientras escuchaba ese silencio, terminé de escribir estas palabras, deseando abrir el cuaderno de viaje de Sheila muy pronto.
2023
21 de noviembre de 2023
Málaga, día cero
Cada gira con Sheila es una nueva primavera. Aterrizó en Málaga, por primera vez con su hija Tracey que, por supuesto, ha heredado su simpatía y su buen humor. Lleva años hablándonos de ella a Bori y a mi y teníamos muchas ganas de conocerla.
Tras nuestro primer momento de euforia y besos por el encuentro, que sorprende hasta a la propia Tracey, las llevo a descansar a su hotel.
Al día siguiente, Tracey se va a hacer turismo por su cuenta y Sheila y yo aprovechamos para ponernos al día. Le apetece sushi, así que la llevo a un restaurante que está muy cerca del hotel. Siempre que entramos a algún restaurante de la mano la gente mira sospechosa a la extraña pareja. Se pone a cantar “Oleo” de Sonny Rollins, uno de sus mejores amigos y cuando nos sentamos en la mesa, me doy cuenta de que el restaurante se llama “Óleo”. Sheila siempre transforma todo en música.
Durante la comida hablamos de este extraño 2023. Me dice que hay que aferrarse a la música y que se enfadará si no lo hago. Lloramos un poco. Está apenada de que sus amigos estén yéndose todos. Durante un viaje en taxi, cantamos como siempre que llega a España el concierto de Aranjuez, arreglado por Gil Evans. Me habla maravillas de él, una persona dulce, un caballero. Tras unos segundos de silencio mirando al infinito, dice con un hilo de voz, como hablando para sí misma: “They’re all gone now.. Gil, George Russell..” yo le recuerdo su versión del “You’re my sunshine” con George Russell y cambiamos de tema. Siempre habla de lo que ha sufrido quitándole importancia y pasando del drama a la alegría en un segundo. Me dice que el amor sobrevive a la muerte y acto seguido me dice lo extraño que es que el invierno en Málaga tenga 25 grados.
De repente, recuerdo una canción que decía en uno de sus versos “love turns winters to spring”.
23 de noviembre de 2023
Málaga, día uno
Sheila adora Málaga. Sus ríos secos, sus montañas marrones quemadas por el sol son pequeños tesoros que rescata con su mirada azul.
Hoy es el primer concierto de la gira, en mi casa. Poco a poco ese sueño con forma de escuela de música se va llenando de curiosos, de cazadores de belleza que esperan de nuestro concierto una esperanza de ser más felices. La expectación va en aumento, todo el mundo se pregunta cómo es posible que una señora de 95 cruce un océano para venir a darnos la mano.
Sheila agradece cada detalle. Al entrar al camerino observa cómo, con infinito cariño, han llenado la mesa de todos sus placeres, Coca Colas, kit kats. Lo primero que hace es guardarse uno en el bolso, por si acaso. Lo segundo es ofrecerle comida a todos los que pasan por allí. Cuando se acerca el momento, nos avisan y salimos de la mano los tres hacia el escenario. Las luces apagadas, un silencio ensordecedor y de repente, un big bang de aplausos que casi hace caerse al suelo a la pobre “mujer del oído de un millón de dólares”. No lo digo yo, lo decía Parker.
Siempre se sorprende del cariño que recibe, como si no fuera consciente de que ella siempre está dando 100 veces lo que recibe. En la prueba de sonido se había mostrado un poco despistada recordando algún arreglo, normal después de 10 horas de vuelo, 95 años de vida y un jet lag del tamaño del elefante de “Dat Dere”. Pero cuando comenzamos el concierto, tiene 15 años, pero no los 15 que ella vivió, sin comida, sin baño, con maltrato en su casa. Es una niña que esa descubriendo el mundo a través de sus canciones.
Es increíble cómo desde el escenario se siente al público. Yo, sin mirar, podía notar las caras, intentaba, con cada nota, acariciar las cabezas, calmar sus corazones para que no estallaran, pero mantener sus oídos abiertos. No puedo hablar sobre el concierto porque apenas soy capaz de entender todavía lo que sucede ahí dentro. Solo sé que la gente solo podía mostrar agradecimiento. Ella también. Casi lloro cuando en el concierto dijo que estaba ahí gracias a mí, que llevo 6 años trayéndola. La suerte sin duda es mía y de todos los que tenemos la oportunidad de que nos dedique una sonrisa.
24 de noviembre de 2022
Sevilla, día dos
Hoy estaba nervioso porque Sheila iba a conocer a Dani Domínguez. Normalmente tocamos a trío sin batería, pero conociendo a Sheila sabía que iba a amar a Dani.
Llegamos a Sevilla con la resaca del primer concierto a ensayar por primera vez con orquesta. No se lo había contado hasta unos días antes. Sé de sobra que no le gustan las sorpresas, pero llevaba años queriendo hacerle arreglos para orquesta a modo de regalo de cumpleaños. A sus 95 años nunca había cantado con orquesta. Después de una primera impresión, le dije si le gustaba la idea y me respondió, bueno, espero hacerlo.
Me sé su música de memoria y, en realidad yo solo tenía que colorear sus acordes. Estuve semanas atascado, con la cabeza en mil sitios menos en donde tenía que estar. Recuerdo una noche de luz, estando de pie delante del piano, mirando hacia el techo, lo que hacen los melancólicos buscando la cal de las paredes como método de pasar el tiempo, que tuve una revelación. Igual, debía de mirar techos y paredes y ponerme a caminar. Paseé a tientas hacia la mesa donde tenía el papel pautado y me puse con al arreglo atascado de “Silver Lining”. Durante dos horas que apenas recuerdo, conseguí terminar el arreglo con una modulación a do mayor que me salvó del desastre. Pensando en la letra “So always look for the silver lining
And try to find the sunny side of life” me di cuenta de que Sheila y la canción llevaban semanas intentando hablarme, pero no escuchaba.
En el ensayo, mientras me miraba fijamente cantando la historia de la canción, apenas podía mandarme aferrado al piano. Ella siempre dice que la música te salva y, una vez más, tenia razón.
Cantando “Bird Alone” de Abbey Lincoln, habló con Dani sobre su marido, Max Roach y otros baterías de jazz. Luego me dijo que realmente éramos músicos de jazz. Esa noche, Bori, Dani y yo, los mismos de siempre, brindamos por Sheila, por el jazz y por “the sunny side of life”
25 de noviembre de 2022
Ayamonte, día tres
No sabía que Ayamonte era tan preciosa. Creo que a Sheila lo que más le gusta es, junto a la música, la naturaleza. En los viajes en coche, cuando no duerme, va comentando todos los árboles, animales y horizontes que descubre.
Primer día para tocar con la orquesta, todos nerviosos, para casi todos era una primera vez: primera vez para Sheila cantar con orquesta, para los chicos tocar jazz. Yo tenía que controlar que nada se descontrolara y a la vez meterme en la música pero el trabajo de Julio García Vico, la sonrisa de Sheila, la confianza con Dani y Bori y la extrema profesionalidad, seriedad y madurez de la Orquesta Joven de Andalucía hicieron que todo fuera un éxito. Este encuentro de la OJA, sin duda ha sido especial. El poder que tiene la música de poner bajo un mismo rasero a la estrella del firmamento que es Sheila, al trío y a una orquesta de jóvenes que, para muchos era su primer encuentro, es de las cosas más democráticas y bellas que pueden existir. Un lenguaje común.
El trabajo previo que hicieron Arturo Serra, Fernando Brox e Igmar Alderete para adentrar a los miembros de la orquesta en un lenguaje nuevo para muchos de ellos fue de 10. Y el cariño y dedicación de Bea, Ana, Mayte, Isabel, Pepe, Fede y todos los demás fueron la gasolina para que el barco navegara sin titubeos.
Tras el concierto, todos querían fotos con Sheila, porque ya eran compañeros y ya no había misterios ni miedos. Al día siguiente regalamos un abanico a Sheila. La mañana anterior Dani observó cómo tenía predilección por uno negro con flores de colores y cuando se lo regalamos, dijo, era mi favorito! Cómo lo habéis sabido? Le dijimos que la conocíamos bien.
Una verdad nunca puede arruinar una buena historia.
26 de noviembre de 2022
Cádiz, día cuatro
Cádiz es, sin duda, una de mis ciudades favoritas. Hace años, Juan Galiardo, organizaba unos seminarios de jazz que cambiaron la vida de muchos de los músicos de nuestra generación.
cambiaron la vida de muchos de los músicos de nuestra generación. Volver, con Sheila, mi trío, Enrique Oliver y la orquesta Joven de Andalucía para tocar por primera vez en el Gran Teatro Falla, muchos años después, significado para mí la constatación de que, paso a paso, uno llega a los sitios con los que sueña.
El Teatro estaba casi lleno, el público de Cadiz es especial, siempre lo he vivido en mis múltiples visitas. Los jóvenes de la orquesta tocaron a un nivel que no tiene nada que envidiar a las grandes orquestas profesionales españolas y Julio García Vico ha sido un auténtico descubrimiento. Aún resuenan en mi cabeza sus corazones latiendo a la vez, al ritmo del mío.
Sheila hizo un concierto memorable. Jamás en mi vida he sentido unas historias tan bien cantadas, cada sílaba suya es una puñalada en el pecho. Al acabar el concierto, numerosos admiradores esperaban a la puerta para poder estar cerca de ella, para poder contar que un día rozaron una estrella fugaz con sus dedos.
Tras el concierto, bailamos, bebimos, reímos, lloramos, nos abrazamos, intentamos prolongar el estado catártico en el que Sheila nos cura con cada concierto. Era el último concierto de la gira con orquesta y poníamos rumbo a Almería, el lugar donde conocimos a Sheila, donde empezó toda esta locura que aún no terminó de creerme.
27 de noviembre de 2022
Almería, día cinco
Soy un despiste con patas. Las llaves de mi casa están en el suelo de mi habitación de Ayamonte, anoche en Cádiz, un habilidoso de la prestidigitación me robó una bolsa donde tenía mis gafas de sol, el cargador del móvil y un poco de dignidad. Al día siguiente por la mañana tenía que ir a por el coche al parking, recoger a Sheila y a su hija, reponer gafas de sol y cargador (compré un cable equivocado y tuve que volver), dignidad no tenían en stock. Laura, mi manager y soporte vital salió temprano de viaje y tenía que estar un poco más pendiente de lo normal.
Bori y Dani salen rumbo a Almería en un coche y yo, y mi despiste, con Sheila y Tracey. Paramos en Málaga para comer en una pizzería y recoger a Carmen Lancho que se unía a la aventura de la semana. Es muy admiradora de Sheila y gran parte de su trabajo fin de carrera estaba basado en ella. Tras un breve almuerzo y una visita a la farmacia, ya que no me había dado cuenta, pero en la bolsa que me robaron también estaban mis cuerdas vocales y me quedé sin voz, ponemos velocidad de crucero rumbo a Clasijazz, la Meca del jazz andaluz y nacional. Una utopía en un desierto.
Nos da tiempo a descansar un poco y a llegar a la master class que comandaba Miss Jordan. Tras hora y media de consejos valiosos a los cantantes apuntados al curso, le dije a Sheila que era la hora y que teníamos que cenar, me miró con cierto desprecio y me dijo que no, que ella quería seguir con la clase y hora y media después, a las 23:30 dio por finalizada su terapia grupal. Nos volvemos en taxi, cantamos el concierto de Aranjuez como siempre, el taxista solo piensa en el momento de su jubilación. Dejamos a Sheila en el hotel, todos muy felices, yo con un hambre mortal, me fui con Dani Domínguez y Carmen a cenar en el único rincón que había libre. Por supuesto, pedimos ración extra de patatas fritas y comentamos la suerte que nos acompañaba en esa gira. Esta noche podemos dormir sin despertador por fin, a mi voz y a mi despiste le vendrá bien. Hemos planeado ir a la playa un rato a cargar energía a ver si podemos estar a la altura de Sheila.
28 de noviembre de 2022
Almería, día seis
Qué difícil me resulta recordar este día. Qué difícil fue tocar llorando, después de conversar con Sheila. Qué difícil se hace a veces sentir.
Era el primer día de la gira en el que teníamos un poco de tiempo libre sin viajar, para digerir lo que pasaba por la cabeza. Por la mañana, tras dormir, por fin más de cinco horas, nos dimos un paseo hasta la playa, Carmen, Dani y yo, porque Bori vive en Almería y se fue a casa. El mar, con su abrazo tranquilo, siempre ayuda a frenar el ritmo del corazón. Tras tomar una infusión, a las que me estoy haciendo peligrosamente adicto últimamente, nos fuimos a comer a uno de mis sitios favoritos de Almería. Dani compro lotería para Sheila y para mí (el de Sheila ha sido premiado con tres euros) y yo compré una pulsera que más tarde regalé a la hija de Julian Sánchez
Tras la comida, nos tumbamos al sol y estuvimos escuchando canciones durante tres horas. Poco a poco la tristeza fue invadiendo nuestros corazones y, como decía ángel González, el día se puso casi lunes. Hasta la luna, esa locura azul, estaba menguando.
Y de verdad que no me creía capaz de tocar, pero el piano, como el mar, me ayuda a encontrar un espacio de paz. El concierto, lo que recuerdo, fue muy bonito. Yo jamás había notado a Sheila cantar triste lo que no quita que hiciera cosas que recordaré para siempre.
Jamás podré agradecer a Clasijazz y a Pablo Mazuecos, que hace ya seis años me llamaran, junto a Bori, para tocar por primera vez con Sheila. Supongo que habrá estado en más hoteles en su vida que ningún otro ser humano, pero cuando la recogí del hotel, me dijo yo ya estado aquí, verdad? Exactamente, fue el Hotel donde se quedó la primera vez que tocamos, cuando me llamaba a la habitación para ver si estaba haciendo algo, porque le apetecía dar un paseo y tomar un helado. En esos primeros paseos, cogidos del brazo, me contaba todas las historias que recordaba y me decía que lo hacía, porque cuando ya no esté, esas historias se perderán. Yo le decía que sus historias ya estaban en las canciones que cantaba y en la memoria de todos los que la escuchamos y amamos.