Jose Carra, piano | Regina Laza, violín | Camilo Motta, clarinete | María Eugenia Silguero, violonchelo | Juan Baca, contrabajo | Andrés Litwin, batería
Un trabajo sobre la grandeza de lo pequeño, la sutileza de la sensibilidad, sobre la belleza. Un trabajo sobre lo infinito, lo que no termina y las millones de posibilidades que tiene el movimiento y sus matices. Un trabajo sobre mantener vivo lo ínfimo y el valor de ello, sobre la relación entre cuerpo y sonido, entre el cuerpo y la memoria. Un trabajo sobre la sonoridad de unas partituras que conmovieron a mi madre en su infancia y que nunca quiso volver a bailar.
Una vuelta a esas notas de hoy se han convertido en otra historia, que sigue siendo su historia y que ahora también es la mía. Un trabajo a través del tiempo y cómo ubicar esas piezas a la contemporaneidad.
Ana Morales
Desde una danza que evoca un flamenco orientado hacia una de sus perspectivas más contemporáneas, Ana nos regala sensualidad, elegancia y precisión. Cualidades que sin duda van intrínsecas a su baile. Un baile que riega con la vulnerabilidad más evidente y el equilibrio más certero. Pero si hay algo sobre las formas de Ana Morales que no pasa desapercibido es la técnica de los giros y el perfecto control de su cuerpo. Sobre todo, el dominio de cada uno de los puntos sobre los que se sostiene el escenario. También, el impulso exacto con el que mueve el mantón y la base clásica embellecen cada uno de los fragmentos en los que se divide la actuación.