[...] "La canción más triste" es una hipérbole, como todo romanticismo. Es música a flor de piel, exaltada, un piano solo que chapotea en las aguas de la emoción extremada, del dolor amplificado y la esperanza inflamada. Es un piano de melodías que se van ofuscando por la pena y el insomnio; un piano ensimismado, como el alma de un amante despechado que no asume que parte de lo amado es una proyección, que la belleza de este mundo no solo es frágil y a menudo fugaz, sino también irrecuperable. Aquí afortunadamente queda el registro.